Este trabajo reafirma mi interés por la conexión entre la vida de los seres humanos y la fotografía. Su desarrollo ha sido consecuencia de acontecimientos vividos en nuestra sociedad.

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Nació fruto de la colaboración con las asociaciones, que realizan acogidas de menores bielorrusos afectados por la radiación del accidente nuclear de Chernobil. Entre 2013 y 2018 fotografié su vida cotidiana, desarrollando un trabajo que unió la motivación que necesito como autor, con el destino de las fotografías para ayudar a las asociaciones a encontrar familias de acogida.

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El covid impidió las acogidas en los años 2020 y 21, frenando el trabajo realizado por las asociaciones durante décadas. El año 2022 era el momento de la vuelta a las acogidas, y de que mis fotografías pudieran ayudar a retomarlas. Publicamos el trabajo en formato periódico, para ser usado por las asociaciones en sus campañas de búsqueda de nuevas familias de acogida. Pero la publicación no pudo cumplir su objetivo. La invasión de Rusia a Ucrania dejo nuevamente a los menores bielorrusos sin la posibilidad de salir de su país.

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No pensé yo, cuando fotografiaba a los protagonistas de esta historia, que una guerra en Europa pudiera de nuevo separarnos, que la política de bloques volviera a distanciar a los ciudadanos.

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Ahora las fotografías buscan acercar a quienes han quedado en el otro lado